Trump es el Presidente

Contra la mayoría de los pronósticos, el triunfo de Donald Trump lo ha convertido en el cuadragésimo quinto presidente de Estados Unidos de Norteamérica. Esta noticia ha impactado a gran parte de la población de ese país; y a otros tantos en diferentes naciones del mundo.

Luego de una feroz campaña electoral muy cerrada según las encuestas, que en las últimas semanas aventajaban a su contrincante demócrata Hillary Clinton, la sorpresa fue contundente. Ni siquiera una campaña publicitaria que incluían las recomendaciones de líderes de opinión, artistas, músicos, expresidente y hasta el propio presidente Barack Obama, cuya idea fue la de proponer y exaltar la experiencia política y la continuación de los planes trazados por los demócratas en los últimos ocho años, pudieron contra el espíritu vengativo y nacionalista de la campaña de Trump. Tal resultado hizo temblar no sólo a los ciudadanos, sino a las economías mundiales, desajustando hacia la baja los mercados bursátiles.

Muchas son las preguntas que quedarán para los estudiosos de los temas políticos y sociológicos, sobre el triunfo que ha sido producto de un discurso tan radical, agresivo y violento desde el principio de la campaña electoral. Pareciera que la crisis económica y la migración han creado una nueva tendencia hacia el recogimiento, el nacionalismo y la falsa creencia que propone que al compartir un espacio con los que no son nuestros iguales o los que no tienen nuestras mismas tradiciones y pensamiento culturales, puede traer más daños que beneficios.

El paradigma que ha existido en las últimas décadas es que en las democracias modernas, el voto suele ser más razonado cuando el elector siente que su seguridad puede estar comprometido, cuando el ciudadano común está a la defensiva por alguna situación que le cause alarma en su vida cotidiana. Es decir, el miedo o la ansiedad pueden sentar las bases para que un voto sea más razonado y no se deje llevar tanto por la emoción. Aún pienso que es así, pero tal vez lo que podría haber cambiado y esté tergiversando el ejercicio democrático para propósitos diferentes, se encuentre en las variables de las fuentes de información cotidiana y en el deterioro del nivel de educación.

Vemos ya casi sin asombro en los últimos años, a comienzos del «moderno siglo XXI», que  los líderes políticos han orientado su mensaje hacia el recogimiento social y económico más que a la expansión: Latinoamérica con sus líderes seudo-izquierdistas han tratado de encasillar su discurso dentro del nacionalismo, mucha retórica culpando a todo lo extranjero por entorpecer el alcance de los logros planteados a través de los siglos. El mismo fenómeno ocurre con la diatriba de algunos países europeos cuyos ciudadanos debaten incansablemente si estar dentro o fuera de la Unión, cuyo ejemplo más reciente se ve reflejado con el Brexit; y ahora en Norteamérica, el triunfo de Trump que no es más que el deseo de una mayoría de ciudadanos que quieren materializar un nacionalismo prometido en una campaña electoral.

Sin duda, la falta de entendimiento de las masas sobre la verdadera información política, social y económica; la superficialidad noticiosa que han creado las redes sociales a la cual se recurre; la inmediatez de las comunicaciones que van sustituyendo las prioridades de las noticias según su impacto haciéndoles perder la atención debida, pueden ser factores que inciden directamente en tomas de decisiones desatinadas que llevan al fracaso a una sociedad. Igualmente, el deterioro del sistema educativo, de oportunidades de ingreso a los centros de educación, de sus altísimos costos o la deserción escolar han influido directamente a la desgracia de naciones enteras y a la creación de falsas creencia fundamentadas en la ignorancia, las cuales muchos políticos toman para lograr sus ambiciones particulares.

Tal falta de criterio puede llevar a que un instrumento tan poderoso para la democracia como lo es la institución del voto, pueda servir sólo para convertirse en un «voto castigo», un voto de venganza, y no para expresar un deseo de bien común.

En diversos estudios sobre comunicación realizados a mediados del siglo XX, se fueron despejando dudas sobre si era posible realizar un «lavado de cerebro» a las personas, si eran susceptibles de manipulación al antojo de alguien más. En el desarrollo de tales estudios se ha podido mostrar que los seres humanos no pueden ser manipulados como unos autómatas sin razonamiento, sino que, descrito aquí a grandes rasgos, la mente humana dentro de un proceso comunicacional, al recibir un mensaje, éste no opera unilateralmente desde su fuente, sino que es recibido, descodificado y aceptado a través de la comprensión, la cual genera una respuesta (feedback) positiva o negativa. En todo este proceso se genera también un fenómeno llamado «interpretación selectiva» que sucede cuando tal mensaje está en sintonía con nuestra educación, valores, predisposiciones o creencias.

Es allí donde el mensaje político, como cualquier otro tipo de mensaje en la comunicación humana, puede calar en un cierto tipo de votante o elector. Es decir, no es que la figura política puede mandar a otra persona como a un autómata a que realice tareas sin su consentimiento, es algo distinto. El político habilidoso puede llegar a comprender lo que al elector promedio le inquieta, a través de encuestas y sondeos, para poder armar un entramado discursivo, un mensaje político, que enganche y cause empatía dentro de un grupo determinado.

Indudablemente, la aceptación del mensaje electoral y la imagen política de un candidato no depende sólo de su propia personalidad e histrionismo, sino de lo que el receptor también percibe y acepta, quien se identificará con tal discurso o mensaje, que al final son sus propias y más profundas creencias, valores y predisposiciones que al ratificarse pueden llegar al punto de volverse una verdad absoluta.

Durante la campaña electoral estadounidense de 2016, Trump con un discurso pendenciero, arrogante y poco elegante, supo decir lo que su audiencia quería escuchar, quizás dirigido principalmente al votante promedio poco informado, inmediatista e incapaz de ver matices, que contrastaba enormemente con el mensaje de Hillary Clinton, quien proponía cambios con esfuerzos más a largo plazo y también con revisiones y perfeccionamientos de los programas y políticas públicas que ya había implementado el presidente Obama, los que habían sido duramente criticados.

Sólo el tiempo nos dirá si ganó la opción de la insensatez o quizás éste sea un sorprendente capítulo democrático en la historia de ese país y se logren metas positivas a muy corto plazo. Los primeros cien días de gobierno serán determinantes. Estemos muy atentos entonces.

Justo Morao

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Una carrera presidencial cantada al ritmo del soul

Con una mezcla de mucho humor, seriedad y música, el comediante, actor y animador norteamericano Jimmy Fallon, ha invitado nada menos que al propio presidente de Estados Unidos de Norteamérica Barack Obama a ser parte de una parodia para su show nocturno transmitido el 9 de junio de 2016 por la cadena televisiva norteamericana National Broadcasting Company (NBC). Sin dudarlo, éste aceptó el reto para dar un «reporte cantado» de su legado de ocho años como presidente siendo acompañado por una excelente banda musical y la comicidad del anfitrión, la que han denominado «slow jam the news» (noticias al ritmo lento).

En este sentido, el presidente Obama hace uso de su talento vocal y rítmico para dar un reporte muy serio y muy ajustado a la realidad de su carrera presidencial. Con su intervención ha contribuido también a allanarle el camino a su partidaria Hillary Clinton y no ha desperdiciado la oportunidad de hacer bromas sobre el candidato republicano Donald Trump.

La capacidad musical de Obama no deja de sorprender a su audiencia. En perfecta sincronización con la banda musical va narrando en pocos minutos y al mejor estilo del soul, como lo haría el desaparecido Barry White, todo un resumen de lo que ha sido su mandato y todos sus logros gubernamentales, con algunas intervenciones jocosas del anfitrión y el cantante de la banda. El ritmo lento adornado con acordes largos adornados  con improvisaciones jazzísticas, pretende otorgar una atmósfera relajada donde el presidente se expresa con tranquilidad y sin arrepentimientos, pudiendo dar a entender en su mensaje que está satisfecho por todo lo logrado.

El presidente Obama sabe muy bien que este tipo de intervenciones donde pone a prueba sus dotes artísticas frente al público, pueden conectarlo mucho más fácilmente con una audiencia que desea escucharlo y pasar un buen rato, que le presta toda su atención, pudiendo ser una excelente manera de llegarle al corazón. Aquí el mensaje político puede colarse de una manera mucho más ligera cuando la audiencia se mantiene en un estado de emotividad que escuchando un discurso formal, el cual amerita una postura más racional.

Aquí se muestra la intervención del presidente Barack Obama en el Tonight Show de Jimmy Fallon

Justo Morao

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Hillary empieza su candidatura con buen pie

Con una imagen fresca y moderna la candidata Hillary Clinton anuncia su candidatura el 12 de abril de 2015 de una manera extraordinaria. Su imagen política que se ha caracterizado por ser muy formal y conservadora se ha transformado en la de una mujer atrevida con un mensaje directo y actual a la ciudadanía.

La imagen gráfica de su campaña, la «H» cruzada por una flecha apuntando hacia la derecha crea la sensación de la idea de avance, que conecta la idea de «un paso más» del actual presidente Barack Obama, quien tuvo la palabra «forward» (adelante) como lema de campaña. Ahora Hillary se compromete aún más con su lema de su isologotipo: «Hillary for America» (Hillary para Norteamérica).

Su spot «getting started» (empezando) refleja la Norteamérica moderna, de madres solteras, de inmigrantes con deseos de superación, de jubilados deseosos de proseguir, de preferencias sexuales y de ciudadanos de clase media dispuesto a seguir trabajando y enfrentando nuevos retos. Hillary se postula como la vocera y representante de todos estos valiosos ciudadanos con una frase o lema de campaña desafiante:

«Everyday Americans need a champion—and I want to be that champion»

(Todos los días los norteamericanos necesitan un ganador – y yo quiero ser esa ganadora)

Las imágenes del spot de diferentes ciudadanos construyendo sus vidas van acompañadas con ritmos modernos de funk, muy percusivo, que va cambiando a solo un fondo repetitivo de armonías entre dominante y tónica sin melodías que distraigan el mensaje directo que transmite la candidata. Este tipo de música rejuvenece y llena de energía la imagen de Hillary como también a su mensaje, proyectando optimismo y seguridad.

Justo Morao

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