Este artículo fue escrito originalmente por Justo Morao para la edición de junio de 2014 de la revista española de política Sesión de Control
Una verdadera batalla electoral enfrentan los candidatos Óscar Zuluaga y actual presidente Juan Manuel Santos en la segunda vuelta de los comicios de Colombia a celebrarse el 15 de junio.
Juan Manuel Santos, quien fuera hombre de confianza y ministro de Defensa durante el mandato presidencial de Álvaro Uribe, pareciera tener ahora fuertes diferencias ideológicas con su antiguo aliado político. Pero el sentimiento es recíproco en magnitud, porque Uribe, quien ha criticado severamente a Santos en su proceder y en su ejercicio presidencial, apoya al candidato de la oposición Óscar Zuluaga para las elecciones. Esto ha dado motivos para una guerra de comentarios irónicos e insinuaciones de traición repletas de sarcasmos y humor negro entre estas tres figuras políticas y el electorado en estos últimos meses.
La campaña de Juan Manuel Santos se ha centrado en un mensaje populista que pretende un acercamiento con la clase media y trabajadora más que con los sectores empresariales y productivos del país. Su equipo de asesores políticos se ha preocupado más en destacar la parte humana del candidato, interesado por la gente y los sectores más necesitados que han sido siempre ignorados.
Su lema “con paz haremos más” intenta mostrar un Santos preocupado por el futuro de la juventud de Colombia ante la amenaza constante de la guerrilla que ha azotado a ese país por más de 60 años, insinuando tal vez que tal problema poco le importa a la oposición. Uno de sus spot electorales ha sido sacado como extracto de un programa televisivo preparado con ese propósito.
Se percibe entonces un Santos ligero, en camisa sin corbata, hablando directamente a unos ciudadanos sentados cómodamente en un estudio y atentos a sus comentarios. La imagen tiene la informalidad de un ‘talk show’ en el cual el presidente hace las veces de entrevistador.
Lo interesante del spot es que haciéndoles una pregunta específica a los participantes de la audiencia, si es escuchada y respondida, en un ambiente cotidiano no causaría el mismo impacto como el que podría generar con el fondo musical que se le ha colocado en la post-producción del mismo.
Probemos entonces antes de ver el vídeo: pregúntese o pregúntele a alguien de su entorno doméstico o laboral: ¿Prestaría sus hijos para la guerra? Quizás les contesten o quizás lo ignoren por lo obvio y hasta tonto de la pregunta. Pero al colocarle una línea melódica de un cántico lejano de estilo gitano, que no se define si es llanto de una mujer o el de un niño, que incorpore lentamente armonías de acordes de notas largas con sonidos sintetizados de cuerdas o cornos, la percepción se hace totalmente diferente.
Es como si ese canto fuera un llanto interno del receptor del mensaje, que puede remitir a experiencias previas y relacionarlas con la nueva información.
Este es un recurso sonoro utilizado en música para películas, muy popular en Hollywood, para dramatizar y poner más énfasis en la moraleja de una escena que define una historia. Un canto lejano con eco, sin letra definida, puede sacarnos una lágrima al observar una escena o al escuchar una oración que por sí sola no nos sería significativa. Vemos una escena definitoria de la película ‘Gladiator’, dirigida por Ridley Scott, donde se puede apreciar la misma técnica sonora.