A finales del siglo XIX y principios del XX se produjeron movimientos nacionalistas donde intelectuales latinoamericanos, con amplia formación académica y profundo compromiso, comenzaban a sentar las bases de la cultura y el desarrollo moderno suramericano, en disciplinas como la literatura, la música y las artes en general. Con esa misma tradición, más allá de la mitad del siglo XX, se desarrollaron movimientos organizados de artistas populares, principalmente folcloristas, que comenzaron a expresar de forma poética y musical su rechazo a las políticas impuestas desde el exterior.
Debemos recordar que las incipientes economías de los países pertenecientes a las región latinoamericana empezaban a tomar forma y eran sumamente vulnerables al abuso impuesto por Estados Unidos, principalmente, al igual que otros países desarrollados de Europa, los cuales presionaban de manera irregular sus sistemas políticos, económicos y sociales, en muchas ocasiones, hasta demolerlos.
La canción de protesta, o la Nueva Canción latinoamericana, la Nueva Trova en Cuba, nacieron casi simultáneamente, inspiradas en los desdenes y la opresión de gobiernos extranjeros que invadían a estas ingenuas naciones de muchas manera, irrespetando su soberanía y sus pueblos. Era una canción construida para crear conciencia, para despertar y fomentar, a través de melodías y armonías de fácil recuerdo, una lucha ideológica que mantuviera viva la identidad y la dignidad. Pero este tipo de canciones no fueron sólo latinoamericanas, quizás también fueron inspiradas en su forma más popular-comercial, por artistas estadounidenses como Bob Dylan, o el británico John Lennon, quienes pasaron por grandes tribulaciones al ser partícipes de los movimientos sociales y políticos de la juventud norteamericana, movimientos pacifistas que se valían de sus rimas y melodías para generar protesta por los conflictos de la sangrienta guerra de Vietnam en los sesenta.
En América Latina, nombres como Mercedes Sosa, Facundo Cabral, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Víctor Jara y Alí Primera, entre muchos otros, han estado presente desde los inicios de este movimiento hasta nuestros tiempos. Un caso emblemático ha sido el de Rubén Blades y Willie Colón, uno panameño y el otro neoyorquino, que han estado ligados cercanamente a la comunidad puertorriqueña y han palpado a través de sus vivencias los abusos del poderío estadounidense sobre la isla y su pueblo. El género musical popular «salsa«, nacido en Nueva York, muy rico en ritmos caribeños acentuados y síncopados, ha sido un medio idóneo, popularmente hablando, para llevar a las masas esa crítica necesaria en lo político y en lo social, por una parte para no dejarse arrebatar la identidad y la sonrisa; y, por la otra, para mostrar cómo las políticas imperialistas han afectado no solo la economía, sino la moral de nuestros pueblos.
A continuación, se escucharan dos clásicos de este genero musical, en voz de su autor Rubén Blades, bajo la producción de Willie Colón, una pieza alegórica al acecho imperialista y la otra como crítica a un estilo de vida que no le es propio al ciudadano latinoamericano.
Tiburón – Rubén Blades
Plástico – Rubén Blades
Justo Morao
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