Diversos estudios científicos han mostrado la importancia que tiene el tono de voz en las comunicaciones humanas. En este sentido, ponemos gran atención a nuestro interlocutor cuando su voz tiene presencia y es agradable al oído; asimismo, aquélla puede causarnos temor e infundir respeto cuando la percibimos potente y en tono increpante.
Muchas veces se le ha conferido más valor al tono de la voz, a nivel comunicacional, que a las propias palabras del discurso. En un trabajo de investigación de Ray Birdwhistell, se atribuye un 35% a la comunicación verbal, mientras que un 65% es atribuido a la no-verbal. Albert Mehrabian ha atribuido un 7% solo a la palabra hablada en la comunicación humana, un 38% se le atribuye a la cualidad de voz y un 55% al lenguaje corporal, gestos y expresiones del comunicador. Es decir, 93 % de la comunicación humana no se centra en la palabra, sino en el lenguaje no-verbal.
En la política, la oratoria y la expresión corporal pueden ayudar enormemente a cautivar al electorado, inclusive, hasta el punto de dejar a un lado la profundidad del contenido del discurso. En algunos casos, éste puede funcionar como una herramienta efectista que permite al orador hacer alarde de su histrionismo, natural o ensayado, para crear una atmósfera dramática con la intención de embelesar a su audiencia. Los grandes oradores han inspirado a sus seguidores, en movilizaciones de masas o en la ejecución de acciones de gran contundencia social, a través del dramatismo y sus maneras de expresarse. En muchos casos, sus causas políticas y sociales tomadas como banderas, que les han valido sus sitiales de honor o de terror en la historia, han resultado ser clamores populares de larga data, propios de la evolución social, que nadie había podido canalizar y expresar de forma contundente para crear consciencia de su existencia y de sus consecuentes acciones. En otras palabras, no es lo que se dice, sino cómo se dice.
Aquí se muestra un spot publicitario de una popular empresa norteamericana de seguros para automóviles. La escena relata, desde la mesa de la cocina de una casa, un trivial accidente que una señora ha tenido, en el fondo vemos al maestro del voiceover de los movie trailers más populares de la historia del cine moderno, Don LaFontaine, describiendo la misma escena con su talentosa voz. Podemos percibir entonces que, aunque ambos interlocutores mencionan los mismo hechos y aunque la finalidad del spot es causarnos gracia y simpatía, la diferencia entre la pasión y el dramatismo que resulta de las inflexiones vocales durante la narración, es enorme.
Justo Morao
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